«Era rusa y se llamaba Laika / Ella era una perra muy normal / Paso de ser un corriente animal /A ser una estrella mundial». En 1988, Mecano ponía música y rimas un poco pilladas a la historia de la perrita astronauta. Cerca de 20 años después, el británico Nick Abadzis, retoma la odisea espacial del can soviético en ‘Laika’, ganadora de un premio Eisner -ya saben, los Oscar del tebeo- a la mejor novela gráfica juvenil en 2008. Un relato sensible que muestra las pequeñas y grandes fragilidades que hay tras los grandes descubrimientos científicos.

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‘Laika’ (Ediciones Glénat) no es más, ni menos, que la historia del primer ser vivo que orbitó alrededor de la tierra, a bordo del Sputnik II, el 3 de noviembre de 1957. Pero lejos de poner su mirada en la ciencia, Abadzis se centra en los sentimientos encontrados de las personas que buscaban la gloria de su país a costa de una tierna perra. Así, el relato nos presenta a Korolev, el ingeniero jefe que puso en órbita el invento, al doctor Oleg Gazenko, responsable del programa de entrenamiento de los animales, y a Yelena Dubrovsky, la fictifia veterinaria encargada de Laika.

Pero la protagonista es Laika. Una perrita callejera que entró en el programa espacial ruso, justo en el momento en que la Guerra Fría se jugaba en el tablero de las estrellas. Su paciencia y empatía le aseguraron el billete en el Sputnik, en una misión en la que el retorno del tripulante no estaba previsto. Precisamente este punto es el que hace que en el equipo científico se planteen conflictos éticos y morales. Las dudas surgen sobre todo en su cuidadora, Yelena, que cree traicionar la confianza que ‘Rizadita’ -pues este era el verdadero nombre de la perra- ha depositado en ella.

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‘Laika’ es, sobre todo, una exploración de las emociones detrás de un hito histórico. La misión fue un éxito propagandístico para la URSS de Khruchev, y supuso un paso definitivo para el envío de seres vivos al espacio. Pero ‘Rizadita’ no entendía nada de eso…